La Pasión de Frost

Bueno, vamos con una historia muy triste. Así dice uno de los personajes, el que cuenta la historia: «¿Sabes qué les pasó a Frost y Alma? es una historia muy triste…» Bueno, sí, claro que es triste, yo la llamé «una historia muy muy triste», pero también se podría llamar «La pasión de Frost», o «la vía dolorosa de Frost», según a qué aspecto de la historia atendemos más.

Son 10 minutos casi al comienzo de «Noche de circo», película de 1953, y cuenta esta historia uno de los miembros del circo a otro (al dueño), mientras viajan hasta la ciudad donde van a representar, es decir, que la cuenta en plan puramente anecdótico, sin darle mayor importancia.

Frost y Alma son uno de los payasos del circo y su esposa, buena mujer pero bastante tonta, por cierto. La historia triste no la cuento porque la van a ver, y en otro mensaje, si quieren, la comentamos.

Estoy tratando de extraer de otros dos cineastas dos escenas de «via dolorosa», como para ver cómo cada uno se apropió del relato del Evangelio a su manera, interiorizándolo, y en el caso de Bergman haciéndolo algo verdaderamente íntimo y del corazón de un pobre hombre y una pobre mujer, que es lo que en definitiva somos todos.

 

 

Bergman es muy enorme, pero no vale mucho querer «disfrutarlo» entero, a manotazos, mejor quizás aproximarse un poco por aquí, otro poco por allí, 10 minutos, 5 minutos… es que en el conjunto, salvo que uno vea diez mil veces las mismas pelis, se pueden perder estas miradas fragmentarias pero muy completas en sí mismas.

Yendo ya en concreto a esta «via dolorosa»: cuando la Biblia quiere presentar el drama humano, no pinta al «hombre en general» (al inexistente «hombre en general»), sino a hombres muy concretos: mujeres, varones, chicos, primogénitos que se vuelven segundones, segundones que quedan primeros sin saber bien cómo. etc… y todo eso particularizado en un pueblo en concreto, el judío.

Precisamente por eso la Biblia se resiste a la generalización, a tal punto que cuando San Pablo quiera mostrar el alcance universal de la salvación de Jesús, no va a decir que él sufrió todo el dolor de la humanidad porque estaba salvando a la humanidad, sino por el contrario, va a decir «nacido de una mujer, nacido bajo la ley».

No se podía decir nada más particular de aquel que estaba puesto para rescate de todos, o de «los muchos», como -nuevamente particularizando- habla la Biblia.

Por eso es tan difícil «representar» la Pasión, porque si la contamos en particular, resulta que podemos perder de vista ese drama que es de todos, ese instante en que por segunda vez en la historia estuvimos en juego todos y todo; y si la contamos «en general», «en esencia», podemos perder eso tan particular y finito que tiene el lenguaje de la Biblia.

Este relato, esta «historia muy triste» creo que logra contar algo muy particular: un payaso y su señora, nada más alejado de la experiencia de todo el resto; pero a la vez dejar al descubierto algo que todos por igual hemos experimentado, y que es lo que en el fondo nos hace respirar, nos da respiro de cuando en cuando frente a la opresión general de esta vida: ocurre, en la experiencia particular de cada uno, que alguien llega a experimentar un amor sin motivo ni fundamento, amor por nada; y en esa gratuidad a la vez sentir que se da y se recibe, como en una posibilidad de intercambio que sin embargo no se fundamenta en nada previo: como Alma sale en defensa de su esposo, que sin embargo su dolor no es otro sino defenderla a ella, defenderla de sí misma, defenderla de la suciedad de las miradas que no aman sino que se limitan a ver el espectáculo.

Por supuesto, hay algunos pocos elementos que hacen pensar de manera muy inmediata en la Pasión, pero sin embargo, son muy pocos: la procesión, las caídas de Frost… no mucho más. Sólo con esos pocos elementos se nos cuenta una historia que es a la vez la de la Pasión, y la de una pasión en particular, irrepetible e igual a la de todos.

Abel

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